El maestro de la nave. Jesús el Cristo. Como es arriba es abajo.
(Continuación)
Parte 2/3
El ser del espacio me miró y me dijo:
-Vosotros los humanos no sabéis o no queréis saber nada de la ley de la
creatividad. Al igual que cultiváis vuestros frutos con buena semilla y mejor
tierra, así cada hombre y cada mujer pueden fabricar su propio hijo con la
misma perfección que el artista realiza una obra de arte. Zacarías e Isabel son
una pareja cósmica, es decir seres que en la dimensión astral son una misma
cosa: macho y hembra a la vez. Han debido tomar cuerpo en la Tierra en esta
reencarnación para que por medio de un cultivo de alta vibración psíquica y
amorosa, nosotros sembráramos al excelso Príncipe del Mundo, que aún siendo
príncipe y el primero de los mortales, vestirá de pieles y comerá la inmundicia
del desierto.
Prosiguió el ser superior:
-El Maestro te mostró lo que sucede en el plano imponderable, y nosotros te
enseñamos lo que manipulamos en la materia. Ahora verás a la vez ambas cosas y
así lo explicarás a las gentes de tu tiempo.
Y vio siendo el mismo ayer y hoy, cómo Isabel sudaba gruesas gotas dando
los últimos suspiros de una mujer parturienta que a base de esforzarse se
quedaba sin vigor. Tan solo la férrea voluntad de ser madre y ver el fruto la
sostenían en un parto duro y traumático. Al final, el Bautista expulsó el agua
de la placenta y asomó la cabeza a la vez que un fuerte llanto irrumpió en la
sala de tan magno acontecimiento. Una luz salió del techo de la estancia y se
alojó en el pecho del recién nacido. Yo, como guiado por el instinto miré
enseguida al techo y pude ver en la parte alta del cielo el templo de cristal
que anteriormente os describí. Pero aquella luz se había desprendido del trono
que ocupaba uno de los vértices del rombo; el lugar que correspondía a Elías. Y
vi a los 72 ancianos que reían y se felicitaban pues su paladín había asomado
al mundo de la materia y sobre sus carnes galopaba el espíritu del excelso del
héroe de Israel al que todos consideraban libertador.
De nuevo ante el anciano en aquella tremenda estancia, Marco seguía
interrogante y pensativo.
-¡Bien, hijo mío!, ya has visto el principio del misterio de la venida del
Paladín Terrestre. Verás ahora la segunda parte: la llegada del Paladín Solar.
Y otra vez me enfrenté a los paneles luminosos de la nave que mostraban
otro pasaje palestino, más humilde que el de Zacarías, pero con cierto sentido
de recogimiento, digo esto porque hay "casas" y hay
"hogares", y que las casas por muy bien adornadas que estén nunca
terminan de ser hogares sino estancias donde habita el frío de ánimo y de
presencia. No obstante hay otras casas que sin reparar en las formas terminan
por emitir algo de amor, de cariño o quizás de personalidad de sus moradores
que se han preocupado de vivir y crear un sentimiento positivo de armonía en el
día a día de la convivencia.
Así era aquella casa, también de adobe raído y amarillento, pero con algo
bello y sugerente. En su interior, una bellísima doncella que era todo ojos;
tremendos ojos tiernos y negros como la noche más oscura, que hablaban y presumían
dulzura y candor. Vestida de blanco, fuerte y decidida por ser ella con todos
los valores de una mujer que sentía la raza y tenía vocación de ser y estar en
el mundo para algo positivo y noble. Y así fue, pues como luego más tarde se
relató, fue templo del Espíritu Santo y hubo quien lo escribió de esta manera:
"En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de
nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
presentándose a ella, le dijo: "Salve, llena de gracia, el Señor es
contigo". Ella se turbó al oir estas palabras y discurría qué podría
significar aquella salutación. El ángel le dijo: "No temas, María, porque
has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y llamado Hijo del
Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre y reinará en la
casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin. Dijo María al ángel:
"¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?". El ángel le
contestó y dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo,
será llamado Hijo de Dios. E Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo
en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril, porque nada hay
imposible para Dios". Dijo María: "He aquí a la sierva del Señor;
hágase en mí según tu palabra". Y se fue de ella el ángel."
Y así se cumplió y una vez más Gabriel lo anunció y lo selló con el pacto
de su autorización. Pero en este caso no hubo intervención humana por parte del
padre, pues el semen fue traído del núcleo del Sol en un cofre de oro puro y
luminoso. Así lo vio Marco -que es quien escribe- y así se lo dijo el Maestro:
-Todo este misterio se repetirá otras tantas veces hasta que comprendas que
no estáis solos ni aún deseándolo. Sólo cuando vuestra soberbia os deje ver,
comprobaréis que sois hijos de las estrellas. En otros pueblos haremos lo mismo
y otras tantas vírgenes serán templo del espíritu. Pero en verdad te digo
Marco, que sólo con éste y en él todo el Verbo Luminoso se hace carne y sangre
y sólo él al tiempo de nacer y de crecer, tendrá derecho a decir: "Yo soy
la luz del mundo", pues él es el Sol que os alumbra hecho forma y
sustancia.
Nada contaré del nacimiento del Señor de la Luz que no se conozca pero si
los que estuvieron allí en aquel tiempo hubieran tenido la visión del Espíritu
observarían -como así lo hicieron los Magos- la astronave de Gabriel que
inmovilizó la zona y la sometió a un cono de atemporalidad, haciendo que Jesús
saldría del vientre de la madre, no por donde salían todos los niños sino por
el vientre que fue cortado con un rayo luminoso procedente del carro de fuego y
después cerrado sin marca alguna. Así lo ratificó la partera que llegó a la
gruta, quien además de comprobar la virginidad de María quemó su mano con la
energía residual que todavía había en la matriz de la nueva madre.
Y Jesús fue engendrado por la luz y por la luz nació sin manchar la
materia. Al tiempo de nacer, los 33 ancianos de la visión se rieron, se
abrazaron entre sí y a los 72 pues su paladín había tomado cuerpo. De uno de
los tronos del rombo que rodeaba al cordero, salió un rayo de luz que se alojó,
al tiempo de nacer, en el pecho del Nazareno.
Y el anciano de la Era Aries dijo: "Yo ya puedo morir tranquilo y
entregar el Libro de la Sabiduría al joven Piscis pues los instrumentos del
relevo ya tomaron cuerpo en la morada terrena del Padre".
Así fue como ocurrió y lo vio Marco, el niño palestino que de nuevo os lo
cuenta y que ha querido simplificarlo pues son muchos los detalles que aún no
le ha sido permitido contar en su total extensión. Así también fue contado por
un hombre que sólo vio los hechos físicos pero no astrales:
"Aconteció pues, en los días aquellos que salió un edicto de César
Augusto para que se empadronase todo el mundo. Este empadronamiento primero
tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. E iban todos a empadronarse, cada
uno en su ciudad. José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la
ciudad de David, que se llamaba Belén -por ser él de la casa y de la familia de
David- para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Estando allí
se cumplieron los días de su parto y dio a luz a su hijo primogénito, y le
envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en
el mesón.
Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban
velando sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del
Señor los envolvía con su luz, quedando ellos sobrecogidos de gran temor.
Díjoles el ángel: "No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría
que es para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías
del Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: Encontraréis un niño
envuelto en pañales y reclinado en un pesebre".
Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad".
Así que los ángeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a
otros: "Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado. Fueron con
presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y
viéndole, contaron lo que les había dicho acerca del niño. Y cuantos los oían
se maravillaban de lo que les decían los pastores. María guardaba todo esto y
lo meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a
Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho."
-Bien, querido Marco, ahora seguirás viendo cosas y hechos que ya están
realizados en la mente de Dios pero no expresados en el tiempo y en la forma
material. Pero este tiempo es para ti un segundo mientras que te haremos
recorrer más de dos mil años. El conocimiento aflorará como crecen los pétalos
de la flor del jardín sólo con el riego del agua de vida y de verdad tu mente
volará a la dimensión del eterno presente y el registro se abrirá para ti y
para quienes como tú pusieron su corazón en la esperanza del Reino de Dios
sobre la Tierra. Sea por tanto hecha la voluntad del Supremo Monarca para
proseguir en la placidez de tu ensueño.
Y vi en la pantalla en forma concreta y directa, como si estuviera junto a
mí, a un hombre moreno como el color del piel roja americano que llevaba pieles
secas de camello que caían por sus hombros casi hasta las rodillas. Con el pelo
larguísimo y enrollado a la cabeza. Era un pelo ondulado y fuerte como lo es la
melena del león de los desiertos. Era el Hombre del Agua, el que hacía llover a
voluntad y curaba la llaga del enfermo con unas pocas gotas del cristalino
líquido. Era el sublime esenio; el gallardo ser de la palabra del trueno que
sometía a las plantas, a los animales y a los reyes con la potencia de su voz,
y encandilaba a las mujeres haciendo valiente al cobarde y sumiso al bravucón.
Era el verbo hecho palabra, era en definitiva "la voz que clama en el
desierto". Sólo para él y por él la "voz" tuvo la fuerza de
mutar los elementos y las formas pues el sonido de Dios se encarnó en Juan el
Bautista, por ello a los descendientes de su tribu se les concedió la facultad
del verbo. Pueden herir con su boca como hieren los dardos en la batalla. Se
retuercen los inmundos al ímpetu de su fuego y se acobardan los poderosos ante
la bravura de sus denuncias.
Observé que ese hombre habló muchas veces con los seres que bajaban de las
astronaves y los que le rodeaban salían despavoridos cuando veían acercarse el
carro de fuego pues creían que el mundo se destruía por tal magnificencia.
El Marco de hoy comprende todo pero aún le duele el susto del Marco de ayer
que se enfrentó a ello con la inexperiencia de pocos años de Historia.
También me fue mostrada la imagen del Nazareno que quizás al describirla
con letras pueda mermar su verdadero significado. Simplemente era, es y será la
perfección hecha forma humana que en la soledad de la montaña también hablaba
con los seres venidos de las estrellas que le enseñaban y aconsejaban
preparándole para el próximo tiempo por llegar.
El anciano Maestro que estaba sentado frente a mí en la astronave, frunció
el ceño con un rictus de tristeza a la vez que no dejaba de mirarme.
-¿Qué te pasa, Maestro?
-Si tú supieras el precio de este acontecimiento también te entristecerías.
El hombre a partir de ahora comenzará a alejarse de la verdad esencial haciendo
que la revelación sea cada día más pequeña y más semejante a sus defectos. Será
tanta la lejanía y tan absurda la teología que os veréis forzados a hablar en
cuchicheos y seréis condenados precisamente por "herejes" por contar
la única verdad que ha sido y será inmortal. Es triste pero será así todavía
por un tiempo. La verdad maravillará y será considerada como ciencia ficción
grotesca mientras que la mentira y la religión de las formas moverá a la masa
en pos de ídolos materiales y quimeras políticas y personales. Sólo quien mira
a lo alto, recibirá de lo alto, pero quien adora lo bajo y ve allí a Dios le
será quitada la poca gracia con la que fue dotado.
El eterno presente del registro de las acciones humanas y divinas se abrió
de nuevo para Marco y se vio transportado al Jordán. Allí de nuevo vio al
Bautista que hablaba y hablaba a la gente que se acercaba seducida por el fuego
de su palabra, sin reflejar una gota de cansancio. Todos eran sumergidos en el
agua y se limpiaban las vibraciones de su cuerpo grosero y pecador.
Cerca del hombre de las pieles había media docena de asiduos seguidores
entre los que supe se encontraban Andrés y Juan -el que luego sería el
Discípulo Amado de Jesús- que desde hacía tiempo venían a adquirir la sabiduría
de "El León del Desierto".
"Voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad
sus sendas. Todo barranco será relleno y todo monte y collado allanado, y los
caminos tortuosos rectificados, y los ásperos igualados. Y toda carne verá la
salvación de Dios".
Decía a la muchedumbre que venía para ser bautizada por él: "Raza de
víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que llega? Haced pues dignos
los frutos de la penitencia y no andéis diciéndoos: "Tenemos por padre a
Abraham", porque yo os digo que puede Dios suscitar de estas piedras hijos
de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz del árbol; todo árbol que no dé
fruto será cortado y arrojado al fuego".
La muchedumbre le preguntaba: "Pues, ¿qué hemos de hacer?" El
respondía: "El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que
tiene alimentos haga lo mismo". Vinieron también publicanos para
bautizarse y le decían: "Maestro, ¿qué hemos de hacer?" Y él les
contestaba: "No exigir nada fuera de lo que está tasado". Le
preguntaban también los soldados: "Y nosotros, ¿qué hemos de hacer?"
Y les respondía: "No hagáis extorsión a nadie ni denunciéis falsamente y
contentaos con vuestra soldada".
Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos entre sí que
Juan sería el Mesías, Juan respondió a todos, diciendo: "Yo os bautizo en
agua, pero llegando está otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de
soltarle la correa de las sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y en
fuego, en su mano tiene el bieldo para limpiar la era y almacenar el trigo en
su granero, mientras la paja la quemará con fuego inextinguible".
La astronave luminosa con seres venidos de Orión se puso en la
perpendicular del Jordán, encima de la cabeza del Nazareno que paso a paso se
acercaba a Juan por la espalda. Llegado a su altura se miraron como dos fieras
del espíritu y en un aparente silencio sus corazones gritaron de entusiasmo. Y
así debía ser pues no era un encuentro de dos sino el cumplimiento de la visión
que tuviera Marco de las dos jerarquías juntas. Algo se perfeccionaba en aquel
instante que le estaba siendo mostrado y que no podía entender bien.
Los seguidores de Jesús, viejos esenios de la línea menos rígida, se
juntaron con los seguidores del Bautista, como los espectadores del circo se
juntan en las gradas para ver el espectáculo. Sobre la cabeza de todos, la
presencia -sólo para mí visible- de la astronave luminosa que registraba la
escena.
Juan vio sin problema alguno una paloma con las alas abiertas y el pecho
descubierto sobre la cabeza de Jesús.
-¡Es éste! -se dijo- pero no sólo era su mente sino todo su ser que vibraba
al unísono de tal certeza.
Casi sin quererlo, se fue arrodillando a la vez que el aura de Jesús se
hacía más grande iluminándolo todo. Y yo, que allí estuve, puedo asegurar que
fueron estas las palabras que mediaron entre ambos:
-Señor, ¿cómo el Hijo de la Luz viene a las tinieblas de la materia?
-El tiempo ha llegado, lo que debes hacer, hazlo pues.
-¿Cómo puedo bautizar yo, tu humilde siervo, a mi Señor Dios? Debo ser yo
bautizado por ti. No soy digno de desatar la correa del zapato que tu portas.
-Aquí eres soberano pues eres el primero de los nacidos de madre. Allí,
eres siervo (señalando al Sol). Aquí yo soy tu siervo porque este no es mi
reino. Lo mismo que yo me postro hoy, tú te postrarás en tu cercana muerte.
-Sea hecha la voluntad de los Maestros que velan y de los guardianes que
escuchan.
Y Jesús de Nazaret, el Señor de la Luz, se sometió al Señor de la Materia.
No en vano uno bautizaba con el fuego del espíritu y el otro con el agua de la
materia. Y poco a poco se fue sumergiendo en lo más profundo del lago hasta
quedar cubierto por completo. Se había ido expresamente a la zona reservada
para baños de los rapaces y no a la orilla, que es donde bautizaba generalmente
Juan.
Pasaron cuatro minutos y el Salvador no salía del agua. Los esenios que
habían llegado con él comenzaron a preocuparse y alguno empezó a llorar. Dos de
ellos se despojaron de la ropa para lanzarse a recuperar al Maestro que sin
duda estaba ya ahogado, pero desde lo alto de la astronave fueron paralizados y
disuadidos con una extraña ciencia, quedándose un poco dormidos.
Aquello era simplemente patético, Jesús se había ahogado y Marco, nuestro
espectador, pensaba: "La Historia se ha equivocado, Jesús murió antes de
la cruz..."
No era así pues poco a poco comenzó a emerger la cabeza del Amado Maestro
con una expresión de absoluta plenitud en su cara, a la vez que se escuchó:
"Este es mi hijo amado en quien me complazco. Desde hoy seremos una sola
cosa", y Cristo entró en el cuerpo de Jesús y el espíritu de Jesús entró
cohabitando con el espíritu del joven de catorce años llamado después
"Juan el Evangelista". Y allí permaneció hasta la muerte en la cruz.
Muchos os preguntaréis qué había pasado. El Maestro me lo explicó más o
menos así:
-Todo servidor debe mutar su "yo" y su voluntad para en su día
ser templo de otro ser que morará haciendo la tarea de ayuda a la Humanidad. Si
el servidor se conoce bien y sabe renunciar a su protagonismo, el Espíritu
Santo operará con fuerza y sin mezcla, pero si el ego no está educado, no sólo
actúa la entidad que ha encarnado sino los caprichos o imprevisiones del sujeto
a ser compenetrado. Por ello todos los "iluminados" primero se
mortificaron y renunciaron para ser un buen templo. Pero hay una forma de ser
realmente el mejor de los instrumentos y es separando el espíritu del cuerpo
-que sólo se realiza por la muerte- así pues para Jesús se requería de un
templo limpio donde Cristo tomara forma y por ello murió bajo el agua
separándose su cordón de plata y se alojó en Juan hasta su retorno al cielo.
Mientras que el templo de carne de Jesús -sin influencia del ego- se volvió
totalmente obediente a la entidad crística que le compenetró, por eso en esta
expresión divina hubo auténtica perfección mientras que en las otras se dio
relativamente.
Ahora comprenderás, Marco, por qué Jesús en la cruz dijo a María y a Juan
el Evangelista: "¡Madre, he ahí a tu hijo!, ¡Hijo, he ahí a tu
madre!". El Jesús de la cruz no era sino Cristo que tomó su espíritu al
tiempo del retorno al espacio.
Y así se explica la reanimación del cuerpo en el sepulcro, pues no mataron
a nadie sino que mortificaron un cuerpo físico que al morir quedó vacío y que
luego fue compenetrado por su espíritu que estaba en Juan. Por eso a su vez
Juan el Evangelista fue "El Discípulo Amado de Jesús".
Todo esto puede ser creído o no, pero quien deba entender lo entenderá por
ser parte de su propia riqueza no porque yo lo cuente con más o menos
dramatismo.
"Después de esto vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea y
permaneció allí con ellos y bautizaba. Juan bautizaba también en Ainón, cerca
de Salin, donde había mucha agua y venían a bautizarse, pues Juan no había sido
aún metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan
y cierto judío acerca de la purificación, y vinieron a Juan y le dijeron:
"Rabí, aquél que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste
testimonio, está ahora bautizando y todos se van a él". Juan les
respondió, diciendo: "No debe el hombre tomarse nada si no le fuere dado
del cielo. Vosotros mismos sois testigos de que dije: "Yo no soy el
Mesías, sino que he sido enviado ante él. El que tiene esposa es el esposo; el
amigo del esposo que le acompaña y le oye, se alegra grandemente al oir la voz
del esposo. Pues así este mi gozo es cumplido. Preciso es que él crezca y yo
mengüe. El que viene de arriba está sobre todos. El que procede de la tierra es
terreno y habla de la tierra; el que viene del cielo da testimonio de lo que ha
visto y oído, pero su testimonio nadie lo recibe. Quien recibe su testimonio
pone su sello atestiguando que Dios es veraz. Porque aquél a quien Dios ha
enviado habla palabras de Dios pues Dios no le dio el espíritu con medida. El
Padre ama al Hijo y ha puesto en su mano todas las cosas. El que cree en el
Hijo tiene la vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino
que está sobre él la cólera de Dios".
Todavía me fue revelado más y pude ver escenas que permanecen grabadas a
fuego dentro de mí, pero será mañana cuando las cuente pues ya mis sentidos corporales
están cansados.
Al amanecer del día siguiente, ante la meditación matutina y con el café
mezclado con la inquietud, sentí el reproche de mi Maestro que me decía:
"¡Debes estar más limpio, deja el café!"...Ciertamente así debe ser,
debemos limpiarnos a semejanza de los monjes esenios, tanto por dentro como por
fuera. Por fuera por medio del aseo; por dentro mediante la ingestión de
líquidos y comidas positivas no excitantes. ¡En fín!, todos tenemos algo de
nosotros mismos con lo que enfrentarnos, y esta es mi lucha.
Me decía el Maestro que no me alargara tanto en los conceptos y que contara
las cosas en síntesis, que luego vendrían los llamados "literatos" y
se encargarían de novelar el concepto mismo. Cada uno está en su función
respectiva y a mí me tocaba la de la síntesis y el concepto, dejando a otros
que elaboren con la belleza del lenguaje los detalles. Prosigamos entonces en
las siguientes enseñanzas que viera el Marco de antes y razonara el Marco de
ahora:
-Bien Marco, como has podido comprobar, todos estos actos son la columna
vertebral de lo que será en su día una gran religión. Aparejado a la forma
externa y ritual se ha previsto que una estirpe de iluminados conservéis en
vosotros mismos la memoria de todo y gradualmente a lo largo del programa iréis
revelando, sin daros cuenta, cuanto hará mutar el concepto de doctrina por el
de verdad. Sólo cuando bajo la sombra de la razón deis cobijo a todos los seres
del planeta, habréis desterrado el fanatismo, las fronteras y las luchas
doctrinales. Os esforzaréis en comunicar a todas las culturas que antes,
durante y después fueron y serán las mismas jerarquías las que actuaron pero
adaptando su mensaje a la condición genética, étnica o geográfica de la raza
que debía recibir ese dictado. Siempre, siempre es un solo programa que actúa
aunque el hombre en su impotencia le ponga etiquetas y formas y le apareje
religiones y mentalismos.
Marco vio en los paneles de la nave al excelso ser de luz llamado "el
Nazareno", prodigioso Sol entre las tinieblas humanas. Estaba al pie de
una parra de uvas frente a la casa de Lázaro, su buen amigo, al que simplemente
sin complicaciones especiales, amaba. Muchas veces hay seres que no están para
entender sino para que su corazón sea templo de la bondad y de la humildad. Así
era Lázaro como un templo de silencio pero repleto de la vibración del bien.
Solía decir: "No te entiendo Maestro, pero me basta con que estés aquí,
junto a mí".
Jesús seguía apesadumbrado junto a la puerta de Lázaro. La casa era de
adobe pintado de color blanco. Al fondo, el Sol se ponía y la tristeza seguía
invadiendo cada gramo de su precioso cuerpo judío. La barba casi rubia; el pelo
ondulado en las puntas caía para rozar justamente el hombro sobre el que
llevaba la túnica blanca raída y vieja que nunca se manchaba, acaso porque su
luz no lo permitía. Marco sabía que esa escena la verían todos cuantos leyeran
estas líneas, pues ciertas imágenes han sido programadas para que resalten en
los elegidos ciertos valores dormidos, y a modo de despertador, activen en el
espíritu el programa para el que han sido designados.
La melancolía le hizo vacilar, no tanto por el destino al que estaba sujeto
y que conocía a la perfección sino por la preocupación de la imperfección y el
dolor humano del que estaba rodeado.
Nadie puede imaginar el tremendo sufrimiento que implica ser Dios en un
cuerpo imperfecto de materia. Ninguno puede escuchar el tremendo fragor de la
propia lucha del Maestro cuando ve esa debilidad del individuo y debe esperar a
que evolucione el karma del ser, así como el karma del planeta y de todo el
sistema solar que no es otro que el Cristo que él tenía dentro de cada átomo de
existencia. Y era Jesús que se dolía de sí mismo pues cada centímetro cúbico de
su sangre contenía un poco del dolor y la imperfección de la persona; del indio
o del africano viendo morir a sus hijos de hambre; de la vivencia del blanco
que no se saciaba en la conquista del poder.
-¿Hasta cuándo esperaré? ¡Oh Padre mío!, para que seamos sólo luz y
totalidad...¿Hasta cuándo esperaré? ¡Oh Padre amado!
Y su mente respondía: "Tú lo sabes bien".
Y su cuerpo se quejaba de esa lucha entre el espíritu y la mente haciéndole
verter lágrimas silenciosas que caían al pie de la parra haciendo que aquella
cosecha supiera a redención y a ternura del ser más amoroso que el cosmos haya
contemplado.
Marco desde su posición lloraba al igual que lo hacía Jesús. Era como una
sensación de estar allí sin estar, pero no por ello se dejaba de sentir el
estado de ánimo de los seres que le iban mostrando.
Sobre la cabeza de Jesús apareció el disco luminoso que siempre era el
mismo y que llevaba dentro a los "ángeles plateados" de los que tanto
aprendió y que se encargan de la tutela de todo el programa sobre la Tierra.
Alzó el Maestro los ojos y supo instantáneamente que era requerido a la
presencia de los excelsos seres enviados por la jerarquía. Había sido captada
su demanda de impotencia y tristeza y obedeciendo al programa se requería de un
impulso capaz de acelerar la misión del Nazareno y motivarle para asumir los
últimos momentos de su paso por la Tierra.
Se levantó despacio y entrando en la casa llamó a los suyos:
-¡Debemos partir, pues he sido llamado por mi Padre!
(Continuará)
Lice Moreno
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