EL AMOR POR JIDDU KRISHNAMURTI
09 Agosto 2013
¿Qué es el amor? Todo el mundo habla del amor: todos los periódicos, todos
los diarios y los misioneros hablan de un amor eterno “Yo amo a mi país, amo a
mi rey, amo tal libro, amo esta montaña, amo el chocolate, amo el placer, amo a
mi mujer, amo a Dios” ¿El amor es una idea? En ese caso se puede cultivarlo,
alimentarlo, quererlo, promoverlo, deformarlo de todas las maneras. Porque no
encontramos solución al amor entre humanos, recurrimos a las abstracciones.
El amor podría bien ser la última solución a todas las dificultades de los
hombres entre ellos, a sus problemas, a sus penas, pero ¿cómo tomarlo nosotros,
para saber lo que es? ¿Definiéndolo? La Iglesia lo define de una manera, la
sociedad de otra, y hay, además, toda clase de desviaciones y de perversiones:
adorar a alguien, acostarse con alguien, intercambiar las emociones, vivir en
compañía, ¿es eso lo que llamamos amor? Pero sí, es eso, y esas nociones son
desgraciadamente, tan personales, tan sensuales, tan limitadas que las
religiones se creen obligadas de proclamar la existencia de un amor
trascendental. En lo que ellas llaman el amor humano, ellas constatan el
placer, los celos, un deseo de afirmarse, de poseer, de captar, de dominar, de
intervenir, en el pensamiento del otro, y viendo toda esta complejidad, ellas
afirman que existe otro amor, divino, sublime, infrangible, impoluto. Los
hombres santos, en todas partes en el mundo, sostienen que mirar una mujer está
mal, que es imposible acercarse a Dios si se complace en relaciones sexuales;
y, siendo así, ellos reprimen sus deseos que los devoran, negando la
sexualidad, se tapan los ojos y se arrancan la lengua, ya que niegan toda la
belleza de la tierra. Ellos han padecido hambre en su corazón y su espíritu.
Son seres deshidratados, han prohibido la belleza porque la belleza está
asociada a la mujer.
¿Se puede separar el amor en sagrado y profano, divino y humano, o es
indivisible? ¿Se refiere a una persona y no al total? ¿Cuando se dice: “yo te
amo”, eso excluye el amor por otros? ¿El amor es personal o impersonal? ¿Moral
o inmoral? ¿Está reservado a la familia? ¿Y si se ama a la humanidad, se puede
amar una persona? ¿Es un sentimiento? ¿Una emoción? ¿Un placer? ¿Un deseo?
Todas estas preguntas indican, no es verdad?, que tenemos ideas a propósito del
amor, ideas sobre lo que debería ser o no ser, en suma un criterio o un código
elaborado por la cultura a la cual pertenecemos. Para ver claro en esta
cuestión, tenemos que, pues, previamente, liberarnos de las incrustaciones de
siglos, poner a un lado todos los ideales e ideologías a propósito de lo que
tiene o de lo que no tiene que ser el amor. Crear una separación entre lo que
es y lo que debería ser, es la manera más ilusoria de considerar la vida. ¿Cómo
sabré yo lo que es esta flama que se llama amor? Yo no busco saber cómo
expresar el amor, pero quiero comprender en qué consiste. Yo comienzo pues por
apartar todo lo que me han dicho al respecto las Iglesias, la sociedad, mis
padres, mis amigos. Y todas las personas que he encontrado y los libros que he
leído, ya que es por mí mismo que quiero saber.
He aquí pues un enorme problema, que engloba la humanidad toda entera. Ha
habido miles de maneras de definirlo y yo mismo estoy tomado en la red de las
cosas que me gustan y de las que disfruto en el instante. ¿No debería, para
comprender este problema, comenzar por liberarme de mis inclinaciones y de mis
prejuicios? Heme aquí en un estado de confusión, desgarrado por mis deseos, y
me digo: comienza por vaciarte de esta confusión; entonces, quizá, descubrirás
lo que es el amor, por medio de lo que él no es. El Estado nos dice de ir a
matar por amor a la patria. ¿Es eso, el amor? La religión nos dice de
renunciar, a nuestra sexualidad por amor a Dios. ¿Es eso el amor? El amor es
deseo? ¡No digan no! Lo es para la mayoría de nosotros: es un deseo y su
placer, el placer de los sentidos, del apego sexual, de una plenitud. No estoy
en contra de las prácticas sexuales, pero vean lo que ellas implican: ellas los
ponen momentáneamente en un estado de total abandono de ustedes mismos, y
cuando ustedes se encuentran sumergidos en vuestros desórdenes habituales,
desean que se repita todavía este estado en el cual ustedes no tenían
preocupación, ni problemas, ni de mí. Ustedes pretenden amar a vuestra mujer.
Este amor comprende un placer, placer de tener a alguien en la casa para
ocuparse de vuestros hijos, para cocinar. Ustedes tienen necesidad de esta
mujer que les ha dado su cuerpo, sus emociones, su apoyo, un cierto sentido de
seguridad y de bienestar. Después ella se desvía de ustedes, por problemas, o
para partir con otro, y todo vuestro equilibrio se destruye. Esa contrariedad,
ustedes la llaman celos; comporta un sufrimiento, una inquietud, odio,
violencia. Lo que en realidad ustedes dicen a vuestra mujer es: “Cuando usted
me pertenece yo la amo, desde el instante en que no me pertenece más yo la
odio. Mientras pueda contar con usted para satisfacer mis exigencias sexuales y
otras, yo la amo, desde que usted cesa de proveerme lo que yo pido usted me
desagrada”. Y ya está creado entre ustedes dos un antagonismo y una separación
que excluyen el amor. Sí, no obstante, ustedes pueden vivir con vuestra mujer
sin que el pensamiento cree esos estados contradictorios, sin mantener en
ustedes mismos esas querellas perpetuas, entonces quizá, puede ser, sepan lo
que es el amor, y serán libres, y ella lo será también, ya que somos esclavos
de la persona de la que dependen nuestros placeres.
Así cuando se ama, hay que ser libre, no solamente de la otra persona, sino
con respecto a sí. El hecho de pertenecer a alguien, de ser alimentado
psicológicamente por esta persona, ese estado de dependencia, comporta siempre
la inquietud, los temores, los celos, un sentido de culpabilidad. El miedo
excluye el amor. Un estado doloroso, sentimental o emocional, el placer y el
deseo no tienen nada de común con él. El amor no es un producto del
pensamiento. El pensamiento, que es el pasado, no puede cultivarlo. El amor no
puede estar cercado en el campo de los celos. Los celos son el pasado y el
amor, el presente activo. Las palabras “yo amaré”, o “yo he amado” no tienen
sentido. Si se sabe lo que es amar, no se es tributario de nadie. El amor no
obedece. Está fuera de las nociones de respeto o de familiaridad. ¿No saben lo
que quiere decir amar realmente a una persona, sin odio, ni celos, ni cólera,
sin querer mezclarse con lo que ella hacer o piensa, sin condensación ni
comparación? ¿No lo saben? ¿Cuando se ama, se compara? ¿Cuando se ama de todo corazón,
de todo su cuerpo, de su ser entero, se compara? Cuando se abandona totalmente
a este amor, el otro no está. En realidad, no se nos ama, porque nosotros no
sabemos amar. ¿El amor tiene responsabilidades, y deberes, y se sirve de esas
palabras? ¿Cuándo se trata por deber, hay amor?
¿La noción de deber no lo excluye? La estructura del deber encarcela al
hombre y lo destruye. Mientras que se obligue a actuar por deber, no se ama lo
que se hace. El amor no comporta ni deber ni responsabilidad. La mayoría de los
padres se sienten, desgraciadamente, responsables de sus hijos, y ese sentido
de responsabilidad los empuja a decirles lo que deben hacer, lo que no deben
hacer, lo que deben volverse. Los padres quieren que sus hijos tengan una
situación, se “sitúen” en la sociedad. Lo que ellos llaman responsabilidad
forma parte de esta “respetabilidad” por la cual ellos tienen culto, y me
parece que ahí donde está esta respetabilidad, no hay amor. Ellos aspiran,
de hecho, solo a volverse perfectos burgueses. Cuando ellos educan a sus
hijos en vista de “adaptar” los a la sociedad, perpetúan los conflictos, las
guerras, la brutalidad. ¿Es eso que ustedes llaman protección y amor? Proteger
la infancia con amor, es comportarse a la manera de un jardinero que cuida sus
plantas, las riega, estudia con dulzura y ternura sus necesidades, la tierra
que les conviene mejor. Pero cuando ustedes preparan a sus hijos a estar
“adaptados” a la sociedad, los preparan a hacerse matar. Si ustedes amaran
vuestros hijos, no tendrían guerras.
Cuando se pierde a un ser amado, se vierten lágrimas, ¿son ellas por
ustedes, o por la persona que acaba de morir? ¿Ustedes lloran por ustedes
mismos o por alguien? ¿No han llorado acaso por quien sea? ¿No han llorado
acaso por vuestro hijo muerto en un campo de batalla? Han llorado, desde luego,
pero ¿era porque ustedes se tuvieron lástima o porque un ser humano había sido
muerto? Si se lo llora porque se tiene lástima, esas lágrimas derramadas sobre
sí no tienen ningún sentido. Si se llora porque se es privado de una persona en
quien se ha colocado mucho afecto, es que eso no era afecto. Cuando ustedes
lloran vuestro hermano que eso sea, pues por él. Es fácil llorar por ustedes
pensando que él ha partido. En apariencia, ustedes lloran porque vuestro
corazón está herido, pero no es por vuestro hermano que ustedes sufren, es por
ustedes, ya que ustedes se tienen lástima, y esta lástima los endurece, los
repliega sobre ustedes mismos, los vuelve insignificantes y estúpidos. ¿Llorar
sobre sí, es amor? Llorar por soledad, porque se ha sido abandonado, o porque
se ha perdido su prestigio, o porque se compadece del destino o porque se acusa
la mitad, son siempre ustedes mismos en llantos. Compréndanlo, entren también
directamente en contacto con esta realidad que si ustedes tocan un árbol, un
pilar, una mano, y verán que este dolor es auto engendrado, que es producido
por el pensamiento. El dolor es el producto del tiempo.
“Yo tenía un hermano, hace tres años, ahora ha muerto, y heme aquí,
afligido, sin persona que venga a consolarme y a hacerme compañía, y es eso que
me llama las lágrimas a los ojos”: es todo eso que ustedes pueden ver
producirse en ustedes desde que lo observan; pueden verlo completamente,
totalmente de una sola ojeada, sin tomar tiempo para analizarlo. Se puede ver
en un instante toda la estructura y la naturaleza de esta pobre pequeña cosa
llamada el “mi”, con sus lágrimas, su familia, su nación, sus creencias, su
religión, con toda esta fealdad: todo eso está en nosotros, y cuando se lo ve
de lo más profundo del corazón y no por el intelecto solo, se tiene la llave
que poner fin al dolor. El sufrimiento y el amor no pueden ir a la par, pero en
el mundo cristiano se ha idealizado el dolor. Se lo ha puesto sobre una cruz y
se lo adora, entendiendo por eso que es imposible de escapar de eso, salvo por
esta puerta particular. Tal es toda la estructura de una sociedad que explota
religiosamente.
Cuando se pregunta lo que es el amor, sucede que se esté demasiado asustado
por la respuesta para aceptarlo, ya que ella puede provocar una conmoción
completa, romper los lazos familiares. Se puede descubrir que no se ama a su
mujer, su marido, sus hijos. (¿Los aman ustedes?), se puede ir hasta demoler el
edificio que se ha construido alrededor de sí, no ir nunca más al templo. Si, a
pesar de eso, ustedes quieren saberlo, verán que el miedo no es el amor, que
los celos no son el amor, que la posesión y la dominación no son el amor, que
la responsabilidad y el deber no son el amor, que tenerse lástima no es el
amor, que el gran sufrimiento de no ser amado no es el amor. El amor no es
tampoco lo opuesto al odio como la humildad no es lo opuesto a la vanidad. Si
así pues pueden eliminar todas estas cosas, no por la fuerza sino haciéndolas
desaparecer a la manera en que la lluvia lava la hoja cargada de polvo de
numerosos días, quizá reencuentren esta extraña flor a la cual, siempre, los
hombres aspiran. Mientras que no tengan amor, no en pequeña dosis sino en gran
abundancia, mientras que no estén llenos de él, el mundo irá hacia los
desastres. Ustedes saben, cerebralmente, que la unidad del hombre es esencial y
que el amor es la sola vía, pero ¿quién les enseñará a amar? ¿Acaso alguna
autoridad, algún método, algún sistema les dirán cómo amar? Si quien sea se los
dice, eso no es el amor. ¿Pueden decir: yo me ejercitaré para amar; yo pensaré
día tras día, yo me entrenaré a ser dulce y caritativo, me esforzaré en
inclinarme a los otros? ¿Pueden decirme verdaderamente que ustedes se
disciplinarán, que aplicarán vuestra voluntad a amar? Si ustedes lo hacen el
amor huirá por la ventana. Por la práctica de algún método o de algún sistema
en vista de adquirir amor, ustedes pueden volverse extraordinariamente hábiles
o un poco más condescendientes o conseguir un estado de no-violencia, pero todo
eso no tendría ninguna relación con el amor.
En el desgarrador desierto de este mundo, el amor está ausente, porque el
placer y el deseo juegan los roles principales. Sin embargo, sin amor la vida
cotidiana no tiene ningún sentido. Y no puede existir amor sin belleza. La
belleza no está en lo que se ve: no es esa de la que se dice: es un bello
árbol, un bello cuadro, un bello edificio, una bella mujer. Solo hay belleza
cuando el corazón y el espíritu saben lo que es el amor. Sin el amor y
sin esta belleza, no hay virtud, y ustedes saben muy bien que, sea lo que fuere
que hagan, que mejoren la sociedad, o alimenten a los pobres, ustedes no harán
más que añadir al caos, ya que sin amor solo hay fealdad y pobreza en vuestro
corazón y vuestro espíritu. Pero con la presencia del amor y de la belleza, todo
lo que se hace está bien hecho, ordenado, correcto. Si se sabe amar, se puede
hacer lo que se quiere porque eso resolverá todos los otros problemas. Llegamos
al punto siguiente; ¿se puede entrar en contacto con el amor sin disciplinas,
ni imposiciones, ni libros sagrados, ni socorro de guías espirituales, e
incluso sin intervención del pensamiento? ¿Encontrarlo en suma, a la manera por
la cual se divisa de repente una buena puesta de sol? Una cosa me parece que es
necesaria a tal efecto: una pasión sin motivo, una pasión no comprometida, y
que no sea de orden sensual.
No conocer esta calidad de pasión es no saber lo que es el amor, ya que el
amor solo puede nacer en un total abandono de sí. Buscar el amor –o la verdad-
no es el hecho de un espíritu realmente apasionado. Encontrarse con el amor sin
haberlo buscado es la única manera de encontrarlo, encontrárselo sin esperarlo,
no como resultado de esfuerzos, ni porque se lo ha adquirido de la experiencia.
Un amor tal no es tributario del tiempo, es a la vez personal e impersonal, se
dirige a la vez al individuo y al total. Parecido a la flor que tiene su
perfume, se puede deleitarse de él o pasar a otra. Esta flor es para todos, al
igual que para el que se toma la molestia de respirarla profundamente y de mirarla
con alegría. Que o sea muy cerca de ella en un jardín, o que sea alejado, eso
le importa poco a la flor, ya que ella está llena de su perfume y lo comparte
con todo el mundo. El amor es siempre nuevo, fresco, vivo. No tiene ayer ni
mañana. Está más allá de las peleas que engendra el pensamiento. Solo el
espíritu inocente sabe lo que es el amor y un espíritu inocente puede vivir en
este mundo que no es inocente. Esta cosa extraordinaria que el hombre siempre
ha buscado, por el sacrificio, la adoración, las relaciones sexuales, por los
placeres y las penas de toda clase, solo puede ser encontrado cuando el
pensamiento, comprendiéndose él mismo, llega a su fin natural. Entonces el amor
no tiene opuesto, entonces el amor no tiene conflicto.
Ustedes se preguntarán quizá, si yo encuentro un amor parecido, qué
ocurrirá con mi mujer, mis hijos, mi familia, hay que darles una cierta
seguridad. Si ustedes se interrogan de esa manera, es que nunca se han
encontrado más allá del campo del pensamiento, más allá del campo de la
conciencia. Si ustedes lo encontrasen una sola vez, no se harían tales
preguntas, ya que sabrían lo que es el amor, en el cual no hay pensamiento, así
pues no tiempo.
Ir más allá del pensamiento y del tiempo, lo que quiere decir más allá del
dolor, es darse cuenta que existe otra dimensión que se llama amor. No sabiendo
cómo alcanzar esta fuente extraordinaria, ¿qué hacen ustedes? ¿Nada no es así?
Absolutamente nada. En ese caso ahí están ustedes, interiormente, completamente
silenciosos. ¿Comprende lo que eso quiere decir ? Eso quiere decir que
ustedes no buscan más, no desean más, no persiguen nada más, en resumen que no
hay más de mí del todo. Entonces el amor está ahí”.
“Primera y última libertad” Krishnamurti
TRADUCIDO POR:
A.I.
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