FUENTE: "Un Curso de Milagros"
La idea de hoy reafirma tu compromiso
con la salvación. También te recuerda que no tienes ninguna otra función salvo
ésa. Ambos pensamientos son obviamente necesarios para un compromiso total. La
salvación no podrá ser tu único propósito mientras sigas abrigando otros.
Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el
reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las
demás metas que tú mismo has inventado.
Ésta es la única manera en que puedes
ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo. Ésta es la
única manera en que puedes decir, y decirlo en serio: “Mi única función es la
que Dios me dio”. Y ésta es la única manera en que puedes encontrar paz.
Hoy, y durante los próximos días, reserva
diez o quince minutos para una sesión de práctica más prolongada, en la que
trates de entender y aceptar el verdadero significado de la idea de hoy. La
idea de hoy te ofrece el que puedas escapar de todas las dificultades que
percibes. Pone en tus manos la llave que abre la puerta de la paz, la cual tú
mismo cerraste. Es la respuesta a la incesante búsqueda en la que has estado
enfrascado desde los orígenes del tiempo.
Trata, en la medida de lo posible, de
llevar a cabo las sesiones de práctica más largas a la misma hora todos los
días. Trata asimismo, de fijar esa hora de antemano, y de adherirte luego al
máximo al horario establecido. El propósito de esto es organizar tu día de tal
manera que hayas reservado tiempo para Dios, así como para todos los propósitos
y objetivos triviales que persigues. Esto es parte del entrenamiento a largo
plazo que tu mente necesita para adquirir disciplina, de modo que el Espíritu
Santo pueda valerse de ella de manera consistente para el propósito que
comparte contigo.
En la sesión de práctica más prolongada,
comienza repasando la idea de hoy. Luego cierra los ojos y repite la idea para
tus adentros una vez más, observando tu mente con gran detenimiento a fin de
poder captar cualquier pensamiento que cruce por ella. Al principio, no trates
de concentrarte exclusivamente en aquellos pensamientos que estén relacionados
con la idea de hoy. Trata, más bien, de poner al descubierto cada pensamiento
que surja para obstaculizarla. Toma nota de cada uno de ellos con el mayor desapego
posible según se presente, y deséchalos uno por uno a medida que te dices a ti
mismo:
Este pensamiento refleja un objetivo que
me está impidiendo aceptar mi única función.
Después de un rato, te resultará más
difícil poder detectar los pensamientos que causan interferencia. Sigue
tratando, no obstante, durante un minuto más o menos, intentando detectar
algunos de los pensamientos vanos que previamente eludieron tu atención, pero
sin afanarte o esforzarte innecesariamente en ello. Luego repite para tus
adentros:
Que en esta tabla rasa quede escrita mi
verdadera función.
No es preciso que uses estas mismas
palabras, pero trata de tener la sensación de que estás dispuesto a que tus
propósitos ilusorios sean reemplazados por la verdad.
Finalmente, repite la idea de hoy una
vez más y dedica el resto de la sesión de práctica a reflexionar sobre la
importancia que dicha idea tiene para ti, el alivio que su aceptación te ha de
brindar al resolver todos tus conflictos de una vez por todas, y lo mucho que
realmente deseas la salvación, a pesar de tus absurdas ideas al contrario.
En las sesiones de práctica más cortas,
que deben hacerse por lo menos una vez por hora, usa el siguiente modelo al
aplicar la idea de hoy:
Mi única función es la que Dios me dio.
No quiero ninguna otra ni tengo ninguna otra.
No quiero ninguna otra ni tengo ninguna otra.
Cierra los ojos en algunas ocasiones al
practicar esto, y en otras, manténlos abiertos mientras miras a tu alrededor.
Lo que ahora ves será totalmente diferente cuando aceptes la idea de hoy sin
reservas.
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“YO SOY UN SER DE LUZ EN ESTE CUERPO Y EN MISIÓN DIVINA”
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