QUE COSA ES LA MUERTE?
He llegado a darme cuenta de que por un
lado todos prácticamente tememos a lo que denominamos comúnmente la “muerte”,
sin tomar conciencia de que no existe una muerte que sea un fin del Alma, sino
que simplemente es un interludio entre una vida y otra.
La mayoría de la gente le teme a la
muerte porque cree que es el fin de todo, pero no es así, se trata solamente de
una etapa entre una vida y otra. Sin embargo cuando nos encontramos en el
espacio que se podría llamar “entre vidas”, en donde la mayoría de las veces
nos damos cuenta de las fallas que hemos cometido y lo que hemos dejado de
hacer en la vida que se acaba de terminar, finalmente nos aterra la idea de
tener que volver de nuevo a nacer para seguir aprendiendo y evolucionando.
Muchos de estos casos se ven en los
nacimientos en que los bebés nacen con el cordón umbilical alrededor de la
garganta, creyendo nosotros que esto es una cosa de la naturaleza, pero como
terapeuta les puedo decir que no es así. Ese bebé en cierto momento decidió que
no quería nacer y con ello esperaba evitar o dificultar el nacimiento, así
también los nacimientos de nalga, etc.
No nos damos cuenta que la muerte y el
renacimiento es un viaje sagrado del derrotero del alma, la que ha partido al
morir y regresa luego a la vida física, siendo esto una rutina repetida,
con algunos viajeros que se resisten un poco a partir, otros que no ven la hora
de irse para descansar y una gran mayoría que no quiere saber nada de volver a
empezar.
Si nos cuesta tanto volver, si hasta nos
enojamos y porfiamos con nuestros guías que nos aconsejan y nos rebelamos
cuando llega el momento de nacer, ¿por qué entonces tanto miedo, tanto dolor,
tanta tragedia, cuando llega el momento ansiado por el alma de regresar por fin
a los campos de beatitud, al estado de gracia, a ese mundo de luz y de amor?
¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde, en qué lugar, en qué momento, perdimos la
conciencia que teníamos de nuestro ser espiritual, de nuestra esencia, de
nuestra verdadera condición de seres inmortales?
Vinimos a la vida física a aprender, a
crecer y a evolucionar, para regresar más tarde a casa, enri-quecidos con la
experiencia adquirida. Pero resulta que en el afán de hacer más cómoda y
placentera nuestra estadía en la Tierra, nos hemos olvidado de la verdadera
finalidad de nuestra presencia aquí. Nos hemos creído que éramos el cuerpo,
cuando en realidad el cuerpo es la ropa que nos pusimos para ir a la escuela y
cuando llega el momento de partir, nos desgarramos las vestiduras por lo que
creemos que vamos a perder, porque nos damos cuenta de que perdimos el tiempo o
porque no tenemos la conciencia muy tranquila.
Estamos aquí en la Tierra, para cumplir
con un propósito. Venimos con un plan diagramado de an-temano. Sabemos
exactamente lo que tenemos que hacer y aprender, pero al poco tiempo nos
olvidamos de nuestro objetivo. Creemos que el objetivo es pasarla bien y
sufrimos cuando no lo logramos. Sólo después de desprendernos del cuerpo nos
damos cuenta de lo equivocados que estábamos, que nos hemos distraído con cosas
inútiles, no aprendimos nada, no cumplimos con lo que nos habíamos
comprometido. Ahora tendremos que volver una vez más a la escuela de la Tierra.
Esta vez para no realizar lo que
tendríamos que hacer, ponemos como excusa la lucha por la vida y el esfuerzo
para alcanzar una posición social acomodada, pero nuevamente cuando lleguemos
al otro lado nos daremos cuenta que nos equivocamos y nos olvidamos de lo que
era nuestra misión. Esto seguirá sucediendo vida tras vida hasta que
despertemos a nuestra conciencia espiritual y recuperemos ese conocimientos que
está en nosotros mismos, en nuestra propia esencia. Necesitamos recuperar
nuestra Verdad.
Este es uno de los motivos por los
cuales recibimos tantos y tantos mensajes de los diferentes Maestros recalcando
la importancia de que tomemos conciencia de quienes realmente somos, que no
solo somos los cuerpos con los que vivimos y los cuales consideramos lo más
importante de esta vida, sino que el cuerpo es la vestimenta del alma y que es
ella la que vida tras vida tiene que avanzar en la escalera de la ascensión,
pero que nosotros no le prestamos la ayuda requerida por no tomar conciencia de
este hecho.
La muerte no es ni un castigo ni una
maldición. No hay vida y muerte, sólo existe la vida, y la muer-te es el punto
medio de una larga vida. Una vida que en un momento transcurre en el plano de
la esencia y, en otro momento, transcurre en el plano de la manifestación
física.
La muerte es un pasaje, igual que el
nacimiento. Uno es un pasaje de ida y el otro es un pasaje de vuelta. Hay una
puerta de entrada y una de salida y de las dos, la más importante es la de la
salida porque es la hora de la verdad, la hora de rendir cuentas. La vida
física es una escuela y la muerte es el momento del examen final, es el momento
en el que no podemos mentir ni inventar lo que no aprendimos. Es el momento en
el que nos graduamos o somos reprobados y enviados de vuelta a repetir la
lección que no aprendimos.
Cuando comenzamos a penetrar en la
historia íntima del alma y de su evolución a través de los dis-tintos ciclos de
vida, muerte y renacimiento, nos damos cuenta que la muerte no es ni un castigo
ni una tragedia. Lo verdaderamente trágico es la forma como nos conducimos ante
la muerte y los despropósitos a los cuales somos arrastrados por la ignorancia
y el olvido de lo que somos.
No somos el cuerpo, el cuerpo sólo es el
instrumento que nos permite manifestarnos en el plano físico y obrar
directamente sobre la materia y, la muerte, es el abandono de ese instrumento
cuando ya hemos cumplido con nuestro propósito aquí en la Tierra. La muerte es
el punto culminante, más sublime y trascendental en la vida de una persona. Es
el momento en el que el alma en evolución se reunirá con su Padre o con su
Creador, llevando el aprendizaje realizado, fruto de su esfuerzo aquí en la
Tierra. Y resulta que, por miedo, ignorancia, olvido y superstición, arruinamos
ese momento.
Ahora bien, para rendir un buen examen
final y graduarnos en el momento de la muerte y obtener la liberación tan
ansiada, es necesario respetar ese momento y hacer de él, el acto más sagrado
de nuestra vida. Desafortunadamente, empecinados como estamos en derrotar a la
muerte, enceguecidos por la soberbia de arrancarle unos días más de vida
a un cuerpo que ya cumplió con su servicio y, acuciados por la culpa de no
cumplir con nuestro deber si no agotamos todos los recursos de la ciencia,
violamos impunemente el momento para el cual nos hemos preparado durante toda
una vida. Y es en ese momento cuando se instala la tragedia. Lo trágico no es
morir, lo trágico es impedir que una persona pueda morir en paz, con
dignidad, conscientemente y acompañada por sus seres queridos para que cada uno
tenga la oportunidad de despedirse.
Lo más difícil para una persona que se
está muriendo, no es la muerte sino la soledad, la incom-prensión de los otros
que no entienden lo que está viviendo, y que la duermen cuando necesita
mantener su conciencia despierta.
NOTA: Lamentablemente, aun sabiendo todo
esto, no he podido estar presente en ninguno de los momentos decisivos de mi
padre, mi madre ni mi esposo, ya que al estar en terapia intensiva no se me
permitía estar presente. Sinceramente en aquellos momentos yo no había
aprendido todo lo que ahora sé así que tampoco me di cuenta de lo importante
que hubiera sido mi compañía. Es por ello que hoy en día trato de pedir
disculpas a las almas de mis seres queridos que han abandonado la Tierra sin
contar con mi presencia.
Imagínense a un enfermo en condiciones
clínicas irreversibles, internado en una unidad de cuida-dos intensivos. Él
sabe que se va a morir, pero su familia y los médicos no quieren que se muera.
Y allí está él entonces, en un mundo frío y desconocido, lejos de su casa,
separado de los seres que ama, conectado a un respirador artificial, su cuerpo
ensartado con tubos y catéteres, sondas por arriba y por abajo, electrodos,
drogas extrañas circulando por su sangre y las manos atadas para evitar que se
arranque todo lo que le insertaron. Su conciencia está obnubilada, su dignidad
humillada y su pudor ultrajado.
La familia no quiere que se vaya y los
profesionales se juegan su egolatría y su prestigio. Y mientras tanto él está a
punto de desprenderse de su cuerpo y de rendir su examen final. ¡Está a punto
de ser llevado ante la Presencia Divina, tal vez obtenga su graduación, y a
nadie le interesa! Y aquí no se puede solicitar postergación de la
fecha de examen. Es ahora o ahora.
Desesperados por salvar el cuerpo, con
el miedo a la culpa y el terror cultural a la muerte cargando sobre nuestras
espaldas, nadie percibe la tragedia del alma que se debate entre el dolor y la
congoja de sus familiares, el sufrimiento de su cuerpo atormentado, sus propios
miedos y culpas no resueltos y su esperanza de lograr, por fin, la paz y la
liberación de sus ataduras carnales.
NOTA: Por suerte hoy en día la humanidad
está tomando conciencia de estas situaciones y tenemos como importantes autores
a Elizabeth Kübler Ross, autora importante sobre esta situación. Además están
los autores como Raymond Moody, Brian Weiss, el Dr. José Luis Cabouli – que fue
mi instructor en el aprendizaje de Terapias de Vidas Pasadas y no puedo dejar
de mencionar al Maestro Tobías del Círculo Carmesí, que hicieron talleres
especiales para la enseñanza de Acompañantes de los seres que iban a
trascender.
Seguiré suministrando algunos detalles
relacionados con este paso trascendental.
Si se sabe que la muerte es inevitable,
se debe facilitar el pasaje al otro lado del río. Y es allí, en ese punto,
donde fallamos. Nacidos y educados en la cultura de la negación y el miedo a la
muerte, sólo vemos en ella una enfermedad más, un enemigo a derrotar, y no
podemos aceptarla e integrarla como un hecho natural y cotidiano de nuestra
vida. Nos falta familiaridad con la muerte. Necesitamos aceptarla como un hecho
natural, como el resultado lógico de nuestra experiencia aquí en la
Tierra, para poder encontrar el punto de equilibrio que nos permita actuar con
sabiduría y ecuanimidad.
Generalmente no queremos que el enfermo
se nos vaya. No queremos aceptar que el momento haya llegado y entonces se va
como puede.
Todo podría ser distinto si aceptásemos,
emocionalmente, la realidad de la muerte. Si comprendiéramos que la muerte no
es un enemigo a derrotar, sino que se trata del momento culminante de nuestra
vida. Es el cierre de la experiencia que se abrió con el nacimiento. Es
necesario hacer de ese momento un ritual, un acto sagrado. Es necesario
rodearlo del cuidado y del amor que implica un acto de esa naturaleza.
Entonces, todo será mucho más glorioso y ya no veremos los despropósitos a los
cuales el miedo y la tecnología nos tienen acostumbrados.
Espero que toda esta información
recopilada de distintas fuentes nos sea de utilidad. Con amor. Alexiis.
“YO SOY UN SER DE LUZ, ENCARNADO EN ESTE
CUERPO PARA SERVIR A LA LUZ”
-ESPACIO DE LUZ – VOCES CÓSMICAS, Mensajes del cielo
BLOGSPOT-
*