Junio 2015
Quizás estés pensando, la muerte no existe, pero morimos y la
enfermedad no existe, pero enfermamos. En realidad no, lo que llamamos muerte
es el fruto de la ignorancia de lo que somos, al tener como única referencia
la vida física, perdemos toda referencia de las posibilidades que ofrece la
transición llamada muerte, cuando naces tomas el cuerpo y cuando mueres lo
sueltas, no hay mucho más que rascar, el dolor, el sufrimiento y el drama es
solo consecuencia de la negación de esa otra realidad, es la concentración de
todos nuestros sentidos únicamente en lo físico y palpable. Con la enfermedad
sucede un poco igual, según está estructurado socialmente nuestro “modus
vivendi” lo raro seria que no enfermásemos, pero a pesar de todo esto, somos
capaces de sobrevivir y no enfermar si no queremos. Todos conocemos algún
caso en el que alguien está completamente sano (o al menos en apariencia) y
al finalizar su vida laboral, le aparecen los típicos achaques, y
enfermedades de todo tipo. Seguramente el trabajo y la preocupación de
sostener la estabilidad económica de su hogar, le ocupaba tanto espacio
mental y emocional, que no quedaba sitio para la enfermedad, ni siquiera se
otorgó la posibilidad de caer enfermo por lo tanto estuvo blindado, una vez
que la responsabilidad desapareció, su sistema se deprimió, su atención se
diluyo y abrió la puerta a la enfermedad.
Existen muchas causas para enfermar, son muchos los focos que están
abiertos y muchas las formas de somatizar los síntomas en nuestro sistema.
Vivimos en un entorno netamente enfermo así que acabar contaminado es solo
una consecuencia puramente ambiental. Todo lo que nos rodea nos enferma, todo
pensado y diseñado para que enfermes, desde el mismo instante en el que la
primera bocanada de aire llene tus pulmones. El cuerpo avanza y crece en una
constante lucha por la supervivencia, un gasto de energía y recursos ingente
que provoca que eludir la enfermedad sea una tarea complicada.
Existen varios focos básicos por los cuales llegamos a enfermar,
tocare las que creo las principales causas, de las cuales derivan muchas más,
pero no voy a profundizar tanto y os voy a enumerar estos modos en los que
permitimos que la enfermedad entre en nuestras vidas, sin que nos percatemos
de ello.
Causa Emocional: Una
de las causas más comunes de enfermedad es la acumulación de emociones
negativas. Tras acumular durante años múltiples emociones en nuestro
organismo, estas se enquistaron y se indigestaron provocando que el cuerpo reaccione
ante tanta acumulación de energía emocional densa. Según sea esta emoción
enquistada, así será su reflejo en nuestro cuerpo, lo más común son tensiones
musculares, trastornos del sistema digestivo, circulatorio, nervioso y óseo,
además de la desregulación de las glándulas como la tiroides e incluso llegar
al temido cáncer. Las relaciones emocionales de tipo toxico derivan en
patologías a largo plazo, la relaciones conflictivas ya sea con familia,
parejas o amistades, con procesos en el que las situaciones de chantaje son
frecuentes, acaban transformando esas emociones en quistes energéticos
difíciles de extirpar. Evidentemente lo normal es que la causa emocional vaya
acompañada de cualquier otra de las causas restantes, pero el vivir en una
contante confrontación emocional, provoca que nuestro sistema se deprima y
abra la puerta a la enfermedad.
Causa Mental: Lo
común en el modo de vida actual es que seamos inducidos a ponernos siempre en
lo peor, pensamos de forma negativa casi por defecto, es muy común que ante
un dolor de cabeza repetitivo, la primera causa que nos venga a la cabeza sea
el desarrollo tumoral, en lugar de una causa por situación de estrés o
nervios, por ejemplo. La mayoría de la gente son hipocondríacos en potencia,
y su mente siempre le está poniendo la zancadilla, provocando que ante
cualquier síntoma por mínimo que sea, se auto diagnostiquen siempre lo peor.
Esa mala costumbre de ponerse siempre en lo malo, crea una tendencia que a la
larga acaba por materializarse físicamente en nuestro cuerpo, estamos
prácticamente ordenando a nuestro sistema que se revele y luche contra sí
mismo, por lo que a la larga comenzaremos acumular múltiples cuadros que se
manifiestan directamente por orden nuestra. Es una auto programación de la
que detrás no existe enfermedad, pero que vamos a manifestar los síntomas tal
cual se generarían de existir una enfermedad real.
Causa Verbal: Esta
perfectamente va en sintonía con la anterior, ya que a un pensamiento
negativo, le acompaña un lenguaje igualmente polarizado. Ya aparecía en el
evangelio aquella sentencia que decía, “Una palabra tuya bastara para sanarme…”
Pero esa misma palabra, sirve también para enfermarte, eso debes tenerlo
claro. El poder del verbo es inmenso y según decretemos así concretaremos, es
muy habitual hablar de la enfermedad a la ligera, muchos son los que parecen
regocijarse en el dolor ajeno y mantiene en su boca un verbo completamente
enfermo, el dolor, el sufrimiento y la depresión, son también producida por
causas verbales, es muy común oír, estoy fatal, estoy ploff, estoy para el
arrastre, me explota la cabeza, me quiero morir, etc… Pensamos que esas
expresiones no van a ningún lado, maldiciones de burro las llaman, pero al
final todo es un suma y sigue.
Causa Ambiental: El
ambiente en el que vivimos evidentemente también influye a la hora de
desarrollar una patología, es un enemigo pasivo que actúa las 24 horas. Las
prisas, el estrés o la anticipación, van haciendo que comencemos a somatizar
poco a poco causas, que si bien, no las generamos nosotros, finalmente acaban
influyéndonos. Un modo de vida competitivo y estresante, donde el trabajo, la
familia, las facturas y el horario priman sobre nuestra salud, provoca que
abramos de par en par nuestro organismo. A todo esto hay que sumarle la
contaminación electromagnética y la constante radiación de todo tipo de
aparataje que emite en distintas frecuencias de radio y de micro-ondas, que
perturban en gran medida nuestro equilibrio energetico.
Causa Química: Esta causa
es la que a priori parece más evidente, a diario y cada vez más, estamos
expuestos a sustancias que alteran y contaminan nuestros sistemas, provocando
un lento e irreparable daño. Desde la contaminación ambiental en la que
estamos expuestos a gases y metales pesados, los procesados de agua y
alimentos, así como las altas dosis medicamentosas a las que nos exponemos inconscientemente,
provocan que vivamos perpetuamente resentidos en nuestra salud. Este es un
factor que podríamos ubicar en nuestro entorno por defecto, que está ahí
presente de forma constante quieras o no, minando lentamente nuestro sistema,
sobre todo en grandes núcleos urbanos donde la contaminación es aún mayor,
una causa que se suele pasar por alto y que arrastra más patologías de las
que pensamos.
Causa Karmica: Esta
es una causa inducida también, ya que traemos de otras vidas patologías que
acaban aflorando en nuestro presente. Esta causa que podríamos llamar karmica
para entendernos, pero qué no es causada por karma real, que trae oculto la
aceptación previa de acuerdos, pactos y contratos, en la que nos
comprometemos a pasar por ciertos procesos de dolor y merma, con el fin de
purgar causas pendientes de ciclos anteriores. Estas causas pendientes son
inducidas y expuestas mediante un proceso de chantaje emocional al que somos
sometidos en el proceso entrevidas, con lo cual ya venimos condicionados a sufrir
ciertos patrones de dolor impuestos. Esos patrones pre-acordados afloran sin
tener recuerdo o consciencia de ello, lo que provoca que suframos un vía
crucis de la forma más estúpida posible, casi por capricho, ya que no
impusimos nuestra voluntad y nuestra intención fue laxa.
Causa de Control: Todos
tenemos algún mecanismo de control implantado en nuestros cuerpos
energéticos. Estos implantes suelen cumplir diferentes funciones, una de
ellas es activar la causa anterior, pero básicamente son elementos que
controlaran al individuo e inducirán cierta causas físicas que someterán al
cuerpo en forma de dolores reflejo, hasta patologías severas. El abanico es
ciertamente amplio y en cierta forma potencia todas las causas anteriores.
Esta causa jamás es tomada en cuenta y no es reconocida por casi nadie como
causa latente de sintomatología. Esta causa de enfermedad en teoría aún no
existe, así que es improbable que las causas que derivan de esta intervención
puedan mínimamente ser tomadas en cuenta, es a día de hoy imposible. Esta
causa está íntimamente relacionada con la anterior, no se puede separar ni
entender una sin la otra, es algo que tenemos que tener en cuenta, para que
se activen los preacuerdos.
Causa espiritual: Esta
causa es también bastante habitual y poco tomada en cuenta, ya que como seres
vivos, somos una fuente energética constante y ciertos entes espirituales se
pegan a nuestro cuerpo energético por razones distintas, las cuales provocan
que somaticemos por contacto aquellas emociones y energías que porten esos
espíritus que se nos pegan. Por lo general, suelen ser difuntos que creen
guiarnos o protegernos, pero qué en la totalidad de los casos son elementos
contaminantes pasivos de los cuáles no somos conscientes y acarrean serios
problemas físicos, que por lo general la medicina no consigue identificar y
paliar de ningún modo. También hay que añadir a esta causa todos los
parásitos astrales que pululan en nuestro entorno y que aprovechan una
guardia baja para pegarse a nosotros y drenar nuestra energía provocando
cansancios casi crónicos.
Ya sea por emociones indigestas, pensamientos negativos, decretos
autoboicoteantes, influencias ambientales, componentes químicos, contratos
pre encarnados, implantes de control o infección espiritual, la enfermedad se
manifiesta en la mayoría de los casos por pura convicción de que la
posibilidad de que exista, y se exprese en nosotros existe. Manifestamos una
posibilidad convirtiéndola en probabilidad, lo que crea un desarrollo que
finaliza con la exposición sistémica de ella. Finalmente abrimos
voluntariamente la puerta a la enfermedad para que viva en nosotros, la
acomodamos y le colocamos las zapatillas, para que se sienta como en casa
viviendo en nosotros.
La medicina convencional, contempla la enfermedad como una
contaminación biológica, casi como la única causa, la mayoría de las
investigaciones acaban buscando un bichito en un microscopio o una ilusoria
causa genética heredada. La ciencia médica no pone sobre la mesa la causa,
por la cual el bichito acabo encontrando el ecosistema propicio, y solo trata
de buscar el insecticida adecuado en forma de pastillita milagrosa. Mientras
la medicina arrastre el ancla farmacéutica no podrá curar a nadie, ni
encontrar la causa real de la enfermedad, una enfermedad que existe porque
nosotros queremos que exista y nos inducen a creer en ella.
¿Cómo hacer entender a alguien enfermo que no lo está? Esto es casi
una tarea titánica, ya que detrás de la enfermedad subyacen ciertos intereses
victimistas. Muchos aun queriendo estar sanos, internamente piensan que no lo
merecen, así que impiden que acaben con su cuadro particular de enfermedad.
Básicamente la enfermedad es una creencia más, una programación más, una
condición más de lo que es considerado normal en el hecho de estar vivo. Poco
a poco veremos como el amplio catálogo de enfermedades se sustentaba en
meros intereses mercantiles y la mayoría de las patologías, o no existieron o
no son siquiera posibles. Un sector psicópata como el de la salud, vive gracias
a la posibilidad de caer enfermo, pero esa posibilidad la acabamos palpando
por propia convicción, no por causa la real de la misma. Somos enfermos
mediáticos, que compramos la psicosis de soma, que nos venden en los anuncios
de la tele.
Quizá el caso más conocido sea el de Anita Moorjani que tras afrontar
una ECM, entendió la causa emocional de su enfermedad y esta remitió
“milagrosamente”. La gente tiene asumida la enfermedad como algo más que
acompaña al hecho de estar vivo, es raro encontrar a alguien que no vea la
enfermedad como un componente esencial en su propio acervo cultural, para
muchos venimos aquí a sufrir y la enfermedad es un componente esencial en esa
expiación particular de cada uno. Nadie concibe el vivir sano e invulnerable
como un estado habitual en el día a día, dentro sus propias vidas. Hemos
pasado del nacer, crecer, multiplicarnos y morir, al nacer, crecer, enfermar
y morir, y no debería ser así.
Los más osados buscan alternativas efectivas para paliar y luchar contra
la enfermedad, rebotando entre técnicas ancestrales, tradicionales,
chamánicas, naturales, homeopáticas u holísticas, todo esto no son más que
ganas de perder el tiempo buscando los tres pies al gato, buscan el modo de
sanar, cuando deberían buscar la causa de la enfermedad, que es la creencia
en ella. Para curarnos no necesitamos métodos, técnicas, plantas o lo
que quieran, cuando lo que se debería es hacer es un examen identificar la
causa que nos enferma y evitar su exposición, como primera medida, y por
último auto curarnos desde la propia voluntad de querer estar sanos, ya que
la mayoría se auto engaña y esconde causas que rara vez expone al terapeuta
de turno, o sea miente. La enfermedad es también un vehículo por el cual
sacar rédito a una situación que nos parezca provechosa, el victimismo y el
pobreteo de la pena, impide que queramos curar nuestra enfermedad, enfermedad
que existe porque a mí me conviene que exista, me quejare y sufriré, pero me
conviene que siga ahí, para que mi chantaje emocional sobre otros sea
efectivo.
Como el sistema fabrica enfermos, el enfermo señala al que denuncia al
sistema, en vez de tratar de luchar contra la verdadera enfermedad que es el
propio sistema. Enfermos que mueren de enfermedades que no existen, que mueren
por culpa del tratamiento o que mueren por culpa del protocolo médico, son
las principales causas de muerte, estadísticamente los efectos secundarios de
los medicamentos matan más gente que el tabaco y los accidentes de tráfico
juntos. Hasta que el juramento hipocrático no vuelva a tomar sentido, la
medicina será solo una fábrica de enfermos, una profesión prostituida por el
dinero y los intereses mercantiles, que programan mediaticamente nuestras
mentes para aceptarnos como enfermos y no como seres saludables. Mientras
sigamos creyendo en la enfermedad, seguiremos siendo devotos fieles de esa
forma de entender la vida. Mientras el dinero prime sobre la salud, nadie
podrá revertir ningún proceso doloso.
Está claro que convencerte que puedes auto sanarte no genera
beneficios ni a médicos, ni a farmacéuticos, ni a homeópatas, ni a timadores
holísticos, así que tampoco albergo esperanzas en los enfermos
que son creyentes de esos buitres que se alimentan de la enfermedad. No he
conocido jamás un médico que ante un paciente piense en la posible cura, solo
piensa en el tratamiento, el fármaco que seguramente le recomendó un
prestigioso laboratorio avalado por la Organización Mundial de la Salud, que
es patrocinada por el prestigioso laboratorio que recomienda al médico su
paliativo.
Este tema es profundo y difícil, porque si es difícil creer que la
muerte no existe, mas difícil es creer que la enfermedad tampoco. Tememos que
si seguimos quitando pétalos a la flor de nuestras creencias al final quedara
solo un capullo, y lo que no concebimos es que al final queda una copa
rebosante de vida, el polen, semilla de esa flor, un grial, que nos hace
inmortales.
Fuente: La cosecha de almas
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ESTE ESPACIO ES PARA TODOS AQUELLOS QUE CREEN EN LA IMPORTANCIA DEL ESPÍRITU Y LA EVOLUCIÓN INTERIOR, DESDE ESTA FILOSOFÍA TRATAMOS DE BRINDAR LOS MENSAJES DE LUZ Y LAS ENSEÑANZAS DE LOS MAESTROS Y HERMANOS SUPERIORES .
viernes, 5 de junio de 2015
LA ENFERMEDAD NO EXISTE.
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